Un metro cuadrado de tierra es bastante, un metro cuadrado… Con tapia de piedra todo él rodeado, todo él rodeado… Que la gente sepa que todo eso es mío y nadie se atreva a entrar sin permiso. Y dentro un manzano, o tal vez una parra, para refugiarme en su sombra en verano con una guitarra, pues no cabe un piano. Un metro cuadrado sembrado de hierba, sembrado de hierba… y en él recostarme un poco encogido rozando la piedra. Un libro en las manos con estampas viejas, su canto dorado: ‘’Cuentos de Calleja’’. Se escucha el cuclillo oculto en la parra, un cri-cri que acompaña a su canto sencillo: son hermano Grillo y hermana Cigarra. Sobre mi cabeza se ve el cielo mío, todo el cielo propio… y podré mirarlo sin pedir permiso, sin pedir permiso con un telescopio. Y bajo mis pies, un metro cuadrado de mi propia tierra hasta el fondo adentrado. Para que me entierren, para que me entierren bajo la maleza… junto a mi guitarra, de pie o de cabeza.
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