Ha pasado ya tiempo desde que nació este blog, y aun sabiendo que ha habido momentos mucho más inspirados que los últimos meses, siento que me gusta cómo es y me gusta aún más cómo será. De momento creo que he conseguido que aquí quede una parte de mí, lo cual no parecía tan fácil hace hoy justo dos años.
Y también me gusta porque huele a la canción que le dio título, a mar, a libertad, al final del verano, a niña imantada, a los 80, a las personas que han pasado por mi vida, a las que están en ella, a momentos extraños donde a uno le da por escribir, a noches a las tantas, a Quique González, a poemas que luego nunca publico, a relatos que no publiqué nunca porque cometí el error de leerlos demasiadas veces, a Francisco Nixon y Ricardo Vicente, a cine antiguo, a cultura pop, a tardes de viento, a madrugadas de verano, a calor en invierno, a piruletas, a Enrique Urquijo, a infinitos polos, a la gente que ya no entra por aquí, a “Salitre 48”, a los momentos en los que no quiero cruzarme conmigo, a Murakami, a todo aquél que algún día me leerá y sentirá que algo se ha movido en su interior, a Benedetti, a las cosas de las que nunca escribo, a sudor de vida, a playas del norte vacías, a niñas mariposa, al sonido de un bandoneón, a Lau, a aeropuertos, a “Un soplo en el corazón”, al futuro (que no es una mancha en la pared), a Nestéa, a las letras de Luis Ramiro, a escuchar música en la cama, a cine con palomitas en la sierra, a Fresa Frappé, a cantautores, al verdadero cielo de Madrid (el que sí tiene estrellas), a “hoy tienes canción”, a Justa Osadía, a sándwich y marcos incomparables, a Tachenko, a la gente que pasa por aquí pero nunca comenta, al Parque de Berlín, a todo lo que aprendo cada día, a Blues Swing, a las luces de neón de la Gran Vía, a cines pequeños, a calles mojadas, a las historias que quiero contar…
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