martes, 13 de octubre de 2009

Caruso

[ FOTO: Balcón del hotel de Sorrento (Italia) donde Enrico Caruso le cantó al amor por última vez ]

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Hoy os voy a contar un relato real. Ocurrió hace ya bastante tiempo, y ahora lo escribo aquí porque es la historia que rodea a la canción más especial que ha habido para mí. Recuerdo que cuando era pequeño me transmitía cosas que nunca me había hecho sentir la música, y cada día que pasa la entiendo mejor. Por eso hoy, que es cuando mejor la he entendido en toda mi vida, os dejo esta historia que, por encima de todo, es amor en estado puro.

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Finales del mes de Julio de 1921. Enrico Caruso, probablemente el mejor tenor de la historia, padece de un cáncer de garganta que le provoca dolor hasta al hablar. Sabe que no le queda mucho tiempo de vida, pero está profundamente enamorado de una chica a quien da clases de canto.

Una noche de aquel verano, no puede resistirse a esos ojos que le miraban con admiración y decidió sobreponerse al terrible dolor de su enfermedad para así poder cantar para ella una sobrecogedora mezcla de sufrimiento y el más puro amor.

Te voglio bene assai.
Ma tanto, tanto… bene sai.
É una catena ormai
che scioglie il sangue dint' e' vene sai.

La fuerza de su voz y la belleza de su canto atrajeron a los pescadores de alrededor, que acudieron al puerto y se pararon para escucharle. Y la luz de sus barcas hizo que Caruso recordara las noches que pasó observando los enormes edificios de Nueva York, donde se hizo famoso por sus actuaciones en el Metropolitan Opera. Por un momento, le pareció estar en su mejor momento, en la plenitud de su carrera.

El dolor era insoportable, pero ni lo siente cada vez que mira a su amada apoyada en el piano, observándole serenamente con atención. Por eso no deja de cantar para ella. Por eso continúa su eterna declaración de amor.

Esa misma noche, por el esfuerzo realizado su estado de salud se deterioró más aún y dos días después, el 2 de Agosto de 1921, el corazón enamorado de Enrico Caruso dejaba de latir para siempre.

Así es como late esta canción, entre la pasión y el dolor, entre la vida que se enciende en los ojos de una mujer y la muerte que espera y es esperada, entre las luces del ayer y el esplendor de un mañana que él sabía que nunca existiría. Pero sobre todo late con el amor, que a veces consigue que cinco minutos valgan más que una vida entera.

Así fue su último concierto. Y éste fue su público: los pescadores, el mar oscuro y profundo, las estrellas, la luna clara del último verano… y ella.
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No me avergüenza para nada reconocer que aún me emociona esta canción. Seguramente haya sido y es la que mayores sensaciones me provoca cada vez que suena. Quizá por esa inolvidable melodía de los primeros segundos, o por la intensidad de la letra más bella del mundo, o porque fue la primera canción en italiano que me supe de memoria… o quizá por algún motivo irracional, como el que movió a Enrico a dejarse la vida en su testamento de amor, o como el que me mueve a mí hoy a compartirla con quien la quiera leer.
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TRADUCCIÓN DE LA LETRA

Aquí donde brilla el mar
y sopla fuerte el viento,
sobre una vieja terraza
ante el golfo de Sorrento,
un hombre abraza a una muchacha
después de haber llorado.
Tras aclararse la voz,
vuelve a comenzar el canto:

“Te quiero mucho.
Pero tanto, tanto… ¿sabes?
Es casi como una cadena
que funde la sangre de mis venas, ¿sabes?”

Vio las luces en medio del mar
y pensó en las noches allí en América,
pero eran sólo los faros de barcos
y la blanca estela de una hélice.

Sintió el dolor en la música
y se levantó rápidamente del piano…
pero cuando vió la luna salir tras una nube,
le pareció dulce hasta la muerte.

Miró en los ojos de la muchacha,
aquellos ojos verdes como el mar…
de repente apareció una lágrima
y él se creyó ahogar.

“Te quiero mucho.
Pero tanto, tanto… ¿sabes?
Es casi como una cadena
que funde la sangre de mis venas, ¿sabes?”

La fuerza de la lírica,
donde cada drama es ficticio,
que con un poco de maquillaje y con mímica
puedes convertirte en otro.

Pero dos ojos que te miran
tan cercanos y sinceros
te hacen olvidar las palabras
y confundir el pensamiento.

Y entonces se vuelve todo más pequeño,
incluso las noches allí en América,
y miras atrás y ves tu vida
como la estela de una hélice.

Y sí, es la vida que se acaba,
pero él ya no pensaba tanto en ello.
Al contrario, ahora ya se sentía feliz,
y volvió a comenzar su canto:

“Te quiero mucho.
Pero tanto, tanto… ¿sabes?
Es casi como una cadena
que funde la sangre de mis venas, ¿sabes?”

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5 comentarios:

Marga Esteban dijo...

Precioso post, y qué historia tan romántica...es cierto que con el tiempo te das cuenta que quizás toda una vida vale la pena vivirla sólo por algunos instantes de perfección absoluta. Gracias, y no tienes que avergonzarte de nada, es una canción absolutamente divina. Un abrazo.

Lau! dijo...

Alaaa! Es una historia preciosa... Como no le importa el dolor por un momento y canta, porque le canta a ELLA y entonces ya no duele tanto!
Y estoy de acuerdo con esa parte: por un minuto o mejor, por un instante merece la pena seguir caminando... (me gusta mucho la palabra instante) y es que pueden pasar muchas cosas en un instante, por ejemplo, puede que el color de tu vida cambie (tú me entiendes) y claro, con ese tipo de cosas... cómo no va a merecer la pena todo?
Un besito!

Ulises Core dijo...

Me gusta mucho tu blog. te sigo desde hoy. me siento identificado... Un abrazo.
Ulises

accolade dijo...

"mas cuando vió la luna salir tras una nube...hasta la muerte le pareció más dulce"...
se me ha puesto la piel de gallina... >.<

Eva dijo...

Hola,
La canción la conocía y siempre me ha parecido preciosa, lo que no conocía era la historia que hay detrás.
Me parece bonita aunque esté llena de dolor. Supongo que una vez más se cumple eso de "que por amor se hace de todo". Aunque sufriera al cantar lo hizo por ella.
Un beso.