Cuentan en Galicia una vieja leyenda sobre una lavandera que habita en la noche. Su aspecto de anciana no llamaría la atención de nadie, de no ser porque las prendas que lava en el río están siempre empañadas de sangre. Ésa es su condena ya que, según se dice, mató a su hijo recién nacido y debe limpiar las ropas ensangrentadas noche tras noche durante toda la eternidad. Para librarse de su castigo, tendrá que conseguir que alguien le ayude a lavar las prendas.
Por eso cuando pasa un caminante, la lavandera le pide que le ayude. Y cuentan que si alguien accede a colaborar, le esperan graves desgracias en el futuro. Entonces, la lavandera desaparece repentinamente, dejando en su lugar un gran charco de sangre.
LA LAVANDERA DE LA NOCHE (Traducción en castellano)
Era una noche de luna, era una noche clara. Yo pasaba por el río de vuelta de la molienda.
Encontré a una lavandera que lavaba junto al agua. Ella lavaba en el río y una cantiga cantaba: “Moza que vienes del molino, moza que vas por el camino, ayúdame a retorcer mi sábana lavada.”
Desaparece la lavandera como humareda extendida, y donde las sábanas tendía un charco de sangre dejó.
Hoy he recuperado esta canción del baúl de mis recuerdos:
Y he pensado en dos islas perdidas en medio del mar, sin llamar la atención de nadie pero con la enorme suerte de haber dado la una con la otra. Porque hay islas que siempre estarán solas rodeadas de azul, y es una suerte de repente darte cuenta de que no hay sólo agua a tu alrededor. Y quizá nos empeñemos todos en complicar las cosas y en realidad el amor se construya en escenas como ésta: dos islas entre la inmensidad y la monotonía del océano.
Y he pensado mil veces en la frase “And I need your light tonight, and I need your light tonight…”. Y luego mil veces más.
Y también he pensado en todas las cosas pequeñas que pueden alegrarme el día, en lo diferente que puede llegar a ser madrugar sin motivaciones o con ellas, en luchar por las ilusiones pase lo que pase… come what may…
“There’s a new path that we found just today. I was lost in the forest, and you showed me the way.” - - - - -
[ FOTO: Balcón del hotel de Sorrento (Italia) donde Enrico Caruso le cantó al amor por última vez ]
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Hoy os voy a contar un relato real. Ocurrió hace ya bastante tiempo, y ahora lo escribo aquí porque es la historia que rodea a la canción más especial que ha habido para mí. Recuerdo que cuando era pequeño me transmitía cosas que nunca me había hecho sentir la música, y cada día que pasa la entiendo mejor. Por eso hoy, que es cuando mejor la he entendido en toda mi vida, os dejo esta historia que, por encima de todo, es amor en estado puro.
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Finales del mes de Julio de 1921. Enrico Caruso, probablemente el mejor tenor de la historia, padece de un cáncer de garganta que le provoca dolor hasta al hablar. Sabe que no le queda mucho tiempo de vida, pero está profundamente enamorado de una chica a quien da clases de canto.
Una noche de aquel verano, no puede resistirse a esos ojos que le miraban con admiración y decidió sobreponerse al terrible dolor de su enfermedad para así poder cantar para ella una sobrecogedora mezcla de sufrimiento y el más puro amor.
Te voglio bene assai.
Ma tanto, tanto… bene sai.
É una catena ormai
che scioglie il sangue dint' e' vene sai.
La fuerza de su voz y la belleza de su canto atrajeron a los pescadores de alrededor, que acudieron al puerto y se pararon para escucharle. Y la luz de sus barcas hizo que Caruso recordara las noches que pasó observando los enormes edificios de Nueva York, donde se hizo famoso por sus actuaciones en el Metropolitan Opera. Por un momento, le pareció estar en su mejor momento, en la plenitud de su carrera.
El dolor era insoportable, pero ni lo siente cada vez que mira a su amada apoyada en el piano, observándole serenamente con atención. Por eso no deja de cantar para ella. Por eso continúa su eterna declaración de amor.
Esa misma noche, por el esfuerzo realizado su estado de salud se deterioró más aún y dos días después, el 2 de Agosto de 1921, el corazón enamorado de Enrico Caruso dejaba de latir para siempre.
Así es como late esta canción, entre la pasión y el dolor, entre la vida que se enciende en los ojos de una mujer y la muerte que espera y es esperada, entre las luces del ayer y el esplendor de un mañana que él sabía que nunca existiría. Pero sobre todo late con el amor, que a veces consigue que cinco minutos valgan más que una vida entera.
Así fue su último concierto. Y éste fue su público: los pescadores, el mar oscuro y profundo, las estrellas, la luna clara del último verano… y ella.
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No me avergüenza para nada reconocer que aún me emociona esta canción. Seguramente haya sido y es la que mayores sensaciones me provoca cada vez que suena. Quizá por esa inolvidable melodía de los primeros segundos, o por la intensidad de la letra más bella del mundo, o porque fue la primera canción en italiano que me supe de memoria… o quizá por algún motivo irracional, como el que movió a Enrico a dejarse la vida en su testamento de amor, o como el que me mueve a mí hoy a compartirla con quien la quiera leer.
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TRADUCCIÓN DE LA LETRA
Aquí donde brilla el mar y sopla fuerte el viento, sobre una vieja terraza ante el golfo de Sorrento, un hombre abraza a una muchacha después de haber llorado. Tras aclararse la voz, vuelve a comenzar el canto:
“Te quiero mucho. Pero tanto, tanto… ¿sabes? Es casi como una cadena que funde la sangre de mis venas, ¿sabes?”
Vio las luces en medio del mar y pensó en las noches allí en América, pero eran sólo los faros de barcos y la blanca estela de una hélice.
Sintió el dolor en la música y se levantó rápidamente del piano… pero cuando vió la luna salir tras una nube, le pareció dulce hasta la muerte.
Miró en los ojos de la muchacha, aquellos ojos verdes como el mar… de repente apareció una lágrima y él se creyó ahogar.
“Te quiero mucho. Pero tanto, tanto… ¿sabes? Es casi como una cadena que funde la sangre de mis venas, ¿sabes?”
La fuerza de la lírica, donde cada drama es ficticio, que con un poco de maquillaje y con mímica puedes convertirte en otro.
Pero dos ojos que te miran tan cercanos y sinceros te hacen olvidar las palabras y confundir el pensamiento.
Y entonces se vuelve todo más pequeño, incluso las noches allí en América, y miras atrás y ves tu vida como la estela de una hélice.
Y sí, es la vida que se acaba, pero él ya no pensaba tanto en ello. Al contrario, ahora ya se sentía feliz, y volvió a comenzar su canto:
“Te quiero mucho. Pero tanto, tanto… ¿sabes? Es casi como una cadena que funde la sangre de mis venas, ¿sabes?”
- Si es que eres un imán pensante en este momento. - Jajajaja. Así que un imán… Yo… Mira quién habló.
Y hace algunos siglos que he empezado a sospechar que he caído sin quererlo en tu gravedad. Es como si andara siempre en espiral… Cuando encuentro una salida, tú apareces, niña imantada…
Y ahora yo he de admitirlo. Y ahora yo presiento que has vencido, y no hay manera humana de escapar.
Así que alégrate, lo has conseguido: los días sin ti serían precipicios. No hay manera humana de escapar.
Nadie nunca, nadie nadie excepto tú puede enviarme hacia el espacio y devolverme hacia su cama.
Y en las horas más oscuras, me harás levitar. En descuidos crearemos universos, niña imantada.
Y ahora yo he de admitirlo. Y ahora yo presiento que has vencido, y no hay manera humana de escapar.
Te voy a contar este misterio: simple y eficaz, el roce de mis dedos te ha magnetizado y ahora tú… Y ahora tú…
Así que alégrate, lo has conseguido: los días sin ti serían precipicios. No hay manera humana de escapar.
¿A que no sabes dónde he vuelto hoy? Donde solíamos gritar diez años antes de este “ahora” sin edad. Aún sigue el monstruo y aún no hay paz.
Y en los bancos que escribimos medio a oscuras, sin pensar, todos los versos de “Heroes” con las faltas de un chaval… aún están.
Y aún hoy se escapa a mi control, problema y solución, y es que el grito siempre acecha, es la respuesta.
Y aún hoy sólo el grito y la ficción consiguen apagar las luces de mi negra alerta.
Tengo un cuchillo, y es de plástico donde solía haber metal. Y el libro extraño que te echó de párvulos… sus hojas tuve que incendiar.
Y en los hierros que separan la caída más brutal siguen las dos iniciales que escribimos con compás… ahí están.
Vertical y transversal, soy grito y soy cristal. Justo el punto medio, el que tanto odiabas cuando tú me repetías que te hundirá y me hundirá, y solamente el grito nos servirá. Decías “es fácil” y solías empezar.
Y es que el grito siempre vuelve, y con nosotros morirá. Frío y breve como un verso escrito en lengua animal. Y siempre está…
Te hundirá y me hundirá, y solamente el grito nos servirá. Y “ahora no es fácil” tú solías empezar.
Vertical y transversal, soy grito y soy cristal. Justo el punto medio, el que tanto odiabas cuando tú me provocabas aullar.
Y ya está, ya hay paz… ya hay paz. Y ya está, ya hay paz… ya hay paz.
¿Por quién gritaba? Lo sé y tú no. No preguntabas tú nunca, no.