sábado, 7 de marzo de 2009

Y soñó la libertad


Desde su celda, sólo se podía ver el mar. Y una casa blanca entre el azul.

Le encantaba asomarse cada mañana y ver cómo se levantaba esa persiana y aparecía ella. Con la misma cara de sueño de siempre, pero resplandeciente como nunca. Su pelo largo y negro, como largos y negros se le habían hecho los días, los años, entre aquellas cuatro paredes hasta que María levantó aquella persiana por primera vez. En realidad no sabía su nombre, pero para él era María desde la primera vez que la vio a lo lejos. Habría dado lo que fuera por preguntarle su nombre, por comprobar si sus ojos eran tan azules como él se los había imaginado, o su voz tan cálida como la tarde de Agosto en la que comenzó a sentir cosas raras en su estómago.

Y cada vez que la veía, olvidaba el motivo que le había llevado a pasar entre rejas el resto de sus días y sus noches. Prefería olvidarlo. Porque pensar que en otra situación podría ir a hablar con María, abrazarla, conocerla poco a poco, enamorarse de cada uno de sus detalles... Pensar que había perdido la oportunidad de vivir todo eso le hacía sentirse el hombre más pequeño del mundo. Y el más estúpido.

María lo era todo. Podía estar mañanas enteras asomado, esperando los diez segundos en los que ella aparecía con su sonrisa. La vida había empezado a tener otro sentido desde que hace años la imagen de María inundaba sus pensamientos. No pensaba en las rejas, ni en la asquerosa comida que le daban, ni en su vacío futuro... Sólo en María. De día en la ventana. De noche en sus sueños.

Soñaba que estaba con ella, que la celda donde estaba encerrado se convertía en su cuerpo y que las noches de paredes frías se convertían en noches de labios calientes. Y soñaba también que le decía “esta noche por fin salgo de aquí, verás qué bella es mi ciudad”. Le enseñaría las puestas de sol, las noches en el puerto, la playa en Octubre... todas las cosas que hacían que un día cualquiera fuera inolvidable precisamente por eso, porque había empezado siendo un día cualquiera. Él quería días cualquiera, quería llenarlos de planes y que sus planes se llenaran de ella.

Uno tras otro, los años fueron pasando. Su pelo se había vuelto blanco pero apenas se daba cuenta porque sus ojos poco a poco se le habían ido apagando. Para María también había pasado el tiempo, pero seguía siendo lo mejor de cada día en la vida de aquel viejo soñador. Pero cuando durante tres días seguidos esa persiana dejó de subirse, algo tembló dentro de él.

A nadie le extrañó que su vida también se fuera apagando desde ese momento. En realidad, todo se reducía a que antes cada día era un día más, y ahora cada noche sólo pensaba: “un día menos”. Entonces su alma volvió a vivir encerrada, como antes de conocer a María. Entonces se dio cuenta de lo que aquella mujer había conseguido: hacerle feliz día tras día sin ni siquiera saberlo, hacerle sentir más libre que muchos de los que estaban fuera de aquella celda. Darle un motivo para soñar, el motivo más bonito del mundo.

No podía hacerse a la idea de que no iba a verla más. Sabía perfectamente que las personas llegan y se van, pero se negaba a asumir que María había desaparecido para siempre. Que ya no iba a haber ni amaneceres, ni puestas de sol, ni paseos por la playa junto a ella. También sabía que su condena era para siempre y que, siendo realistas, eso jamás hubiera podido pasar. Sí, todo eso era verdad. Pero también sabía que María había encendido una llama que jamás había pensado que podía encenderse en él: la llama de la ilusión. La llama que mantenía su vida encendida, aunque sólo fuera por levantarse un día cualquiera y que de repente apareciera a lo lejos ella con su sonrisa y sin articular palabra, sin ni siquiera darse cuenta de que alguien la miraba y como cada día desde hacía muchos años, le dijera que la vida puede ser preciosa.


(Escrito por Diego García en Marzo de 2009, basado en una de las más maravillosas canciones que se han escrito jamás)


3 comentarios:

Pez. dijo...

Muchísimas gracias por tu comentario! La verdad es que me han hecho muchísima ilusión tus palabras.

Me he pasado por aquí (sin aburrirme previamente como me aconsejaste, jeje) y la verdad es que he disfrutado mucho leyendo lo que escribes. Me gusta la manera en la que has descrito lo que le pasaba a la pareja en esta entrada, realmente lograda.

Espero poder seguir leyendo tus cosillas. Y una vez más, gracias.

bluesswing dijo...

Pasa ¿verdad?, a veces no eres consciente que para alguien eres importante, le ayudas a vivir, le proporcionas ilusión...es agridulce pero bonita tu entrada. Gracias por contarme el motivo de tu tatuaje!

Eva dijo...

¿Sabes? Yo también soy de escuchar una canción e imaginar una historia o intentar ir más allá de lo que cuenta la canción.
Como ya te he dicho imaginación no me falta y me gusta hacer eso.
A veces, hay pedacitos de las canciones que son reflejo de nuestra propia vida.
El relato que escribes, simplemente, es maravilloso. Cada vez más me alegro de que el azar hiciera que te encontrara entre cientos de blogs.
Un beso.

P.D: El nuevo "look" del blog es más que acertado.