martes, 27 de enero de 2009

Siempre imaginas lo peor...


¿En qué punto empezó a cambiar todo a su alrededor?

Las caras de la gente que más quería, las cosas que a él le gustaban, sus obligaciones, las conversaciones con sus amigos... y lo que era aún más importante para él: las pequeñas ilusiones que le servían para levantarse a diario, una mañana sí y la otra también, esos primeros 15 segundos de cada día que él trataba siempre de llenar con pensamientos bonitos que le convencieran de que, efectivamente, iba a ser un buen día. Todo. Todo había cambiado...

Por no saber, no sabía ni si el cambio había sido a mejor o a peor. Pero le asustaban los cambios. O mejor dicho, le asustaba su comprobada incapacidad para afrontar los cambios con entereza.

En realidad, él lo que hubiera deseado es volver atrás. Unos 15 años atrás sería suficiente. Volver a cuando sus problemas se acababan a las 5 de la tarde, cuando veía a su padre asomar la cabeza entre los padres de los demás niños. Eso hubiera sido perfecto. Llegar a casa y que le esperara mamá con su infinita comprensión, un bollycao y esa voz que siempre le decía: “No te preocupes cariño”. Eso hubiera sido perfecto. Eso, en vez de llegar a casa sólo con ganas de meterse en la cama, su cama, la única que sabría enumerar uno por uno todos sus fracasos, los que acababan siempre con la almohada empapada y obligándose a olvidar entre falsos sueños que hoy también había sido una puta mierda de día.

Una tarde, justo después de su ración diaria de cómics en los que sí ganaba el bueno, se encontró tumbado en su habitación. Las 5:37. Cierra los ojos. Abre los ojos. Las 6:26. Se había quedado dormido un rato, pero recordaba perfectamente su sueño. Sí, se recordaba a sí mismo perdido en un desierto. Dunas. Un oasis a lo lejos. Subir a lo alto de una duna, ver el oasis... Bajar la duna, adiós al oasis... Subir otra duna, y otra vez el oasis allí... Bajar la duna, perder el oasis de vista...

Fue entonces cuando se dio cuenta del problema. Quizá la distancia que le separaba del oasis no era tan grave como la sensación de haberlo perdido de vista por un instante cada vez que bajaba una duna más. Quizá la felicidad estaba más cerca de lo que parecía, sólo que él ahora no la veía. Quizá dentro de poco volvería a estar arriba y se daría cuenta de que lo que él llevaba años buscando estaba ahí, ante sus ojos por fin. Quizá sólo fuera cuestión de esperar. Quizá sólo estaba entre dunas.

(Escrito por Diego García en un folio sucio a las 05:08 de la madrugada del 25 de Enero de 2009, sin tener ni idea de si a la mañana siguiente, cuando lo volviera a leer, todo esto le parecería una chorrada o la mayor verdad del mundo)



Tú estás igual,
y no me atrevo a responder
que sabes que lo sabes,
siempre imaginas lo peor.
Lo debes olvidar,
que está lloviendo a mares
y que el misterio se esfumó
y queda su antifaz.
(DUNAS, Tachenko)

1 comentario:

Iris dijo...

al mal tiempo buena cara ;) .... un relato precioso :) muy profundo.... espero que no tarde mucho en salir el sol. un beso enorme!