...y entonces me doy cuenta de que si un día dejo de sentir esta ciudad como una parte de mí, ese día empezaré a ser menos yo.
hasta Chamberí…
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Quédate como estás, que voy
por algún tapiz, pinceles y un trapo.
Déjame retratarte al sol,
espérame así, no muevas los brazos.
Hoy,
y por el resto de los años,
tallaré en esta canción
la obra maestra de tu corazón.
Hecho el boceto, nace el color
pidiendo tener todos los derechos.
Y en mi paleta hay una discusión
para resolver quién dará en tu cuerpo.
Soy
muy consciente de tu tiempo,
pero mira tu reloj:
lo atrasé con acuarelas y crayons.
Quise pintar tus labios, amor
y se dibujó un jilguero
que se echó a volar por la habitación
silbando tu nombre, y luego
dejó caer una pluma,
con la que escribo estos versos.
Sólo una pincelada más
y te dejo ir, no cambies el gesto,
que falta un verde otoño en la
sombra del gris de tu misterio.
Ya
pintaré en tus ojos sueño,
cuando acabe de brillar
el duende que se ha posado en tu mirar.
Quise pintar tus labios, amor,
y se dibujó un jilguero
que se echó a volar por la habitación
silbando tu nombre, y luego…
Quise pintar tus manos, amor
y se dibujó un velero
que, sin colorear y sin estación,
navega con dos marineros:
uno soy yo en tu hermosura,
el otro se llama Deseo.
Dicen que ha estallado el reactor,
el número 4 ha volado
y ahora es otro sol.
No hay medidas de seguridad,
me pesa la lengua y tú…
no sé dónde estás.
Doy tanto miedo porque emito radioactividad,
es invisible como el aire pero duele más.
Y no puedo salir de la central.
Hay mucho trabajo, mi amor,
hoy no iré a cenar.
Y puede que mañana no esté aquí.
Si ya nunca vuelvo, mi amor,
eso no es por ti.
Y vuelve con tu madre,
sal los jueves y baila con los chicos…
y nunca pienses en mí.
[Reactor nº4, Ricardo Vicente]
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Una curva en el asfalto
como recuerdo de tu cintura.
Una huella en el barro
es una prueba de tu paso.
De una manera extraña,
me encuentro en este sitio.
De una manera extraña,
me siento tan perdido…
De una manera extraña,
hoy me sorprendió estar vivo.
El mar llevó mi barca
hasta el lugar donde te escribo.
Hay un callejón sin nombre
y sin salida, que es mi casa.
Tengo mares de colores
para adornar tu falda.
De una manera extraña,
hoy amanecí en tu cama.
De una manera extraña
aún hay humedad en las sábanas.
De una manera extraña
vi ponerse el sol esta mañana
y, con la luz del alba,
la luna deslumbró tu cara.
A ambos lados de la vía
crecen sendas estaciones.
No sé cuál será la mía,
pero bajo en la que pone:
“Para sentirse entero
hay que trabajar primero.
Para llegar al cielo
no basta con querer hacerlo”.
Me da igual el mundo,
¿acaso a alguien le importa si me hundo
con la cabeza entre las manos,
con el sentido de la vida
anulado por no vivirla?.
[Fran Fernández & César Rodríguez, De una manera extraña]