miércoles, 29 de octubre de 2008

¿Dónde fueron a esconderse mi ternura y tu pasión?


- Sí, es verdad. Habrá gente ahora, en otro lado, no sé dónde, que esté descansando mejor. O que no esté tan cansada.
- Sí, seguro que la hay. Pero eso a nosotros, ¿qué nos importa? Ahora estamos tú y yo, Juani, tú y yo, aquí... Yo estoy contigo, con tu boca, con tus hombros...

Cansadísima, suplicante, Juanita protestó:
- Pero, Carlos...
- ¿Qué hago? ¿Me quito?
Su voz en la oscuridad me pareció más tierna, o resignada.
- No, no. Si quieres...
- Claro que quiero, Juani. Quiero porque... porque te quiero.
- Yo también te quiero, Carlos, también te quiero... Abrázame, Carlos. Abrázame más, Carlos, más fuerte..., más fuerte. Como si no pudiéramos separarnos nunca.

Ya digo... Recuerdo..., recuerdo que ésos eran mis únicos ratos buenos, mis únicos momentos de felicidad. [...] Era tan distinto... Y aunque mi trabajo me gustara mucho, el hambre no me dejaba disfrutarlo. Pero me consolaba la voz de Juanita, así, en la noche, su carne, sus caricias...

- No te duermas, Carlos, no te duermas... –dijo en voz muy baja.
- ¿Eh? ¿Qué? –pregunté yo, recién dormido.
- Que no te duermas.
- No, si no me había dormido todavía.
- Sí, empezabas a dormirte. Pero tengo que hablarte.
- ¿Ahora?
- Sí. Ahora. Escucha, Carlos. Ha sido la última vez.
- ¿Qué dices?
- La última vez. Me voy.
- Pero...
- Sí, has entendido bien. Estás despierto y has entendido bien.
- Juanita...
- Me voy. No puedo más. Me voy.

(“El viaje a ninguna parte”, F. Fernán-Gómez)

No hay comentarios: