domingo, 30 de enero de 2011

Y te rescata del naufragio...

El pobre Sísifo fue condenado a elevar una piedra a lo alto de una montaña para, justo cuando estaba llegando a la cima, ver cómo se le resbalaba de entre las manos y rodaba ladera abajo, de forma que tenía que empezar de nuevo. Así eternamente. Ésa era su condena.

Y a veces el amor se nos antoja una tarea casi tan ardua como la que le fue encomendada al viejo Sísifo. Y nos parece que ciertos fracasos son ineludibles. Y nos parece que estamos condenados a repetir una y otra vez el mismo error, a tropezar con la misma piedra. Y pensamos muy a menudo que esa piedra es el amor. Pero no es así. No existe el destino, nada está escrito. Es más, la excusa más cobarde suele ser culpar al destino, porque es una forma de eludir la responsabilidad que nos toca a la hora de transformar la realidad.

A veces Sísifo consigue dejar la piedra en lo alto, y puede disfrutar de las hermosas vistas que le ofrece la posibilidad de haber llegado hasta allí.
A veces, un destello de felicidad se cruza por tu camino. Hace que cambien tus planes. Te hace entender que no estás solo. Te reconcilia con el mundo. Y sucede a menudo... Sucede que a veces algo te eriza la piel y te rescata del naufragio.
(Ismael Serrano)





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2 comentarios:

accolade dijo...

A veces la complicación está en reconocer ese mismo destello cuando llega, siempre que no estemos ocupados culpando al destino de nuestra desgracia ^^'

Marga Esteban dijo...

Precioso...el amor es como una planta, debes cuidarla, regarla, amarla...si te descuidas, se marchita. El amor es sólo de uno, amar incondicionalmente es amar sólo de tu lado, sin esperar nada a cambio. Ese es el gran error de todos, esperamos del otro, queremos del otro, deseamos cambiar al otro...y nada más lejos del amor. Se ama o no se ama. Y si se ama lo mejor es admitirlo y lanzarse a ello sin miedo...