domingo, 24 de octubre de 2010

Gema

Apareció en el momento más extraño de mi vida, justo cuando empezaba a dudar de casi todo. Primero hizo tambalear y después derrumbó totalmente mi absurda idea de que una pareja no debe tener muchas cosas en común, que eso era para la gente aburrida. No sé cómo, pero consigue aguantar todas mis manías y mis tonterías. Creo que está empezando a comprender mis rarezas, y me asombra que no haya salido corriendo aún. Me encanta cuando dice que va a ser mala, que se va a saltar las clases para hacer conmigo un plan inolvidable, que va a hacer trampas con el Abono Transportes… y al final acaba siendo tan buena como siempre. Me gusta que sea tan delgada como yo y que ella tampoco pueda vivir sin Nestéa, por ahí seguro que dirían que “pegamos”, y yo nunca he sabido bien lo que quiere decir pero pegar con ella me suena tan bien... Adoro sus frases hechas, las coletillas que usa sin querer y las cosas que dice sin pensar. Aunque no descarto que en realidad lo que adore sea su voz, y que por eso me guste tanto todo lo que dice. Me encanta lo cabezona que se pone cuando quiere encontrar algo, aunque tengamos que recorrer cientos de supermercados y miles de tiendas de chinos. Y me encanta aún más cuando da con ello, porque la verdad es que al final siempre acaba consiguiendo lo que se propone. Ojalá nunca pierda su puntito infantil ni su risa maléfica. Preferiría que no le costase tanto decir lo que siente, pero gracias a eso aprendo cada día a interpretar sus muchas otras formas de expresarse. Valoro muchísimo los momentos cerca de su casa, cuando me enseña los columpios donde solía jugar, su escuela de baile, los colegios donde estuvo o el parque donde solía ir a correr. Me encantan las fotos de cuando era niña, y creo que si la hubiera conocido hace quince años, desde ese mismo momento tampoco habría podido ver sin su luz. Me gusta que me llene el mp3 de canciones que me ha regalado ella con toda la intención del mundo. Se entristece cuando me regala alguna y resulta que ya la conozco, pero después la escucho y siempre me acaba pareciendo que se trata de alguna versión extraña, con los acordes cambiados o algo raro, porque de alguna forma siempre me parece que suena diferente a todas las veces que la escuché sin pensar en ella. Le encantaría tener las cuarenta películas de Nicole Kidman, pero mientras las reúne todas soy yo el que se lo pasa bomba viéndola buscarlas una por una por los Daily Price (los dos sabemos que, si ella quiere, acabará por tenerlas todas). Soy fan de su pelo largo y rizado y también de cuando se lo alisa, de cuando se pinta las uñas de colores chillones y de la suavidad casi irreal de su piel, pero sobre todas las cosas del mundo, soy fan de verla sonreír. No me gusta que se meta con mi cámara de chocolate, pero me encanta cuando miro en mi casa las fotos que sacó con la suya y pienso que fue ella la que pulsó el botoncito, soy así de tonto. Ambos sabemos que sin cierta afición común, nuestros caminos jamás se habrían unido, por eso desde que nos conocimos somos los dos un poquito más del Atleti. Tanto, que hemos tenido que recurrir a nuestros segundos equipos para tener algún motivo de discusión, ahí sí que se ponen emocionantes las conversaciones. Me gusta pensar que, en apenas unos meses a su lado, ya puedo decir que ella estaba ahí cuando yo vivía algunos de los momentos que recordaré toda mi vida, incluso creo que eso les da más valor aún. Disfruta paseando por los barrios pijos de Madrid, se muere por vivir allí. Adoro sus perfumes, pero lo que de verdad me vuelve loco es el olor de su piel cuando no lleva ninguno. Lo que más valoro de ella y lo que más me llamó la atención desde el principio es su cabeza, tengo serias sospechas de que es más inteligente que yo. En cualquier caso, lo que está claro es que su memoria es mucho mejor. Y no le molesta cuando le hago repetirme las cosas dos veces porque olvidé que ya le había preguntado sobre lo mismo. Odio y me encanta lo fácil que es echarla de menos. Tiene algo (aún no sé qué) que hace que cuando se ha ido, te quede dentro un huequecito vacío. Lo paso mal cuando se marcha, y una de las cosas que menos me gustan de mi vida es ver cómo se aleja su autobús verde. Entonces, volviendo a casa, empiezo a acordarme de mil cosas más que me gustaría decirle o preguntarle, y no soporto cruzarme por la calle con parejas que a esas horas de la noche no han separado sus caminos y aún pueden seguir cogidos de la mano al menos cinco minutos más. Me encanta hacer cosas con ella por primera vez, y cuando planeamos algo y me dice que nunca había hecho algo así, me hace sentir la persona más importante del mundo (aunque sea mentira, porque cada día miro dentro de mí y tengo más claro quién es la persona más importante del mundo, y puedo asegurar que no soy yo). Muchas veces escribo algo aquí sin decirle nada y me sorprende cuando a los diez minutos me dice que le ha encantado. Es entonces cuando entiendo mejor que nunca que su enorme corazón, este blog, esta página y estas palabras hace ya tiempo que laten todos a la vez. Exactamente desde que hace justo un año, en un día como hoy pero con muchos más nervios, la escuché decir “Hola” por primera vez.

“La mujer que yo quiero no necesita
deshojar cada noche una margarita.”




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martes, 19 de octubre de 2010

Razones comunes


Ahora que el tiempo avanza, lo tenemos que parar
para que en Carnaval usemos el mismo disfraz,
ése que nos une y nos engrandecerá.
Ahora que el tiempo vuela, lo tenemos que bajar…

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PD: Eso, justo eso, son los sueños. Ya sabéis: el que viene nunca se va, y el que va volverá con su vestido nuevo.

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domingo, 3 de octubre de 2010

Una palabra, cinco palabras o seis… siete palabras, nueve palabras o diez… 50 palabras, 60 palabras ó 100


"Será que con colores o el olor que dan las flores
es más fácil ir despiertos.

Será que las palabras nunca expresan demasiado bien
algunos sentimientos.

Será que con las nubes o el barullo de los tiempos
no tenemos bien los nervios.

Será que con la luna, que no se pone redonda,
se nos va la inspiración."




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