Acaba 2009, un año que recordaré siempre.
Formará parte de los malos recuerdos cuando piense en desubicación, en hospitales y salas de urgencias, en amigos que se van, en personas de doble cara.
Pero no hará falta esforzarse mucho para darse cuenta de que seguramente ha habido más momentos buenos que malos. Éste ha sido el año de poner los cimientos para lo que vendrá en el futuro, el año de la búsqueda interior, de las películas que hay que ver varias veces para enterarse, el año de Murakami, el año que acabé la carrera, el de no dejarse llevar por las situaciones, el de empezar a currarme lo que quiero ser. El año en el que apareciste tú con tus sorpresas y tus listas y tu olor a fresa de Yves Rocher y tu sabor a Nestéa compartido y tu adictivo magnetismo de niña imantada.
Esta canción se la quiero dedicar no sólo a este año que nos deja, sino a todos los que quedaron atrás y estuvieron cargados de cosas que nos hacen ser como somos hoy. A mí me recuerda a las mañanas entrando en la facultad, llegar y encontrarme con eso tan raro que llaman “ambiente universitario” y que no entendí bien hasta que ya no podía disfrutarlo. A Dani, Ana o Román guardándome el sitio. A las tardes en la Biblioteca Nacional. Al aula 536 con gente sentada en el suelo porque no había suficientes asientos. A hacer los trabajos en grupo en el colegio mayor de María, a todo lo que aprendí de su amistad. A profesores y profesores. A la línea 6 del metro. Al viaje a Túnez. A la vuelta del viaje a Túnez. A exámenes y asignaturas que nunca iba a aprobar… A todo lo que empecé a disfrutar de verdad entre esas paredes y esos apuntes.
Ojalá este nuevo año os acerque a todos a lo que siempre quisisteis ser sin olvidar nunca lo que fuisteis.
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